Hace 8 meses conocí a dos emprendedores llamados Martín y Sebastián, ambos fundadores tienen startups enfocadas en analítica y machine learning, los invité a conversar para conocer sus propuestas de valor para un proyecto que estaba por iniciar en América Latina y cada uno de ellos me dio un tipo de respuesta diferente.
Martín me escribió amablemente pidiéndome disponibilidad en mi agenda y mi número personal para confirmar la reunión directamente conmigo, inclusive entró a mi LinkedIn a ver mi perfil. En el caso de Sebastián me envió un correo electrónico con la siguiente respuesta: “Gracias, no tengo disponibilidad de agenda en este momento por favor revisa mi calendly para que puedas coordinar la reunión. Saludos”
Tuve una reunión muy amena con Martín de donde salió un cotización para un proyecto que hoy estamos corriendo. En el caso de Sebastian leí que ha ido vendiendo su tecnología a terceros por el mal desempeño en las ventas y que estaba fundando otro emprendimiento en una incubadora.
Pero ¿Cuál es la diferencia entre un emprendedor exitoso y uno que no lo es? ¿Qué es el síndrome del CEO Startupero?
Durante los últimos ocho años que me he enfocado en trabajar con startups en América Latina a través de los programas de innovación abierta he tenido la oportunidad de conocer múltiples tipos de emprendimientos, desde los que empezaron como un proyecto universitario o como una reunión de amigos, hasta los que nacieron de casos de negocio casi de doctorado.
También he conocido empresas que se hacen llamar startups cuando tienen más de 6 o 10 años en el mercado, en esto quiero ser muy crítico porque me molesta que negocios que no demuestran capacidad de escalamiento ni enfoque en el cliente siguen viviendo de programas de incubación o aceleración fortaleciendo únicamente la economía zombie y quitando recursos.
Como menciona mi querida Wikipedia “Los términos empresa emergente, startup, compañía emergente, compañía de arranque y compañía incipiente se utilizan en el mundo empresarial aplicados a empresas de reciente creación, normalmente fundadas por un emprendedor o varios, sobre una base tecnológica, innovadoras y supuestamente con una elevada capacidad de crecimiento.”
La economía zombie es un concepto que nace en los 90s en Japón y que hace referencia a empresas que sobreviven con ayudas temporales de liquidez de Estado o políticas de sistemas bancarios públicos.
A esto es a lo que yo llamo el síndrome del CEO Startupero, fundadores de emprendimientos que viven en la zona de confort del CEO fundador pero que ni siquiera pueden costear sus modelos de negocios o mostrar interés por sus clientes, que viven dando vueltas en los ecosistemas “fondeandose” de recursos públicos y privados en incubadoras y aceleradoras.
Como diría Kevin O´Leary “Tienes 36 meses para demostrar que tu idea funciona sino es un hobby”
Por otro lado está el Startupero verdadero que es aquel fundador que tiene claro que su éxito depende del tiempo, con lo cual está enfocado en cuatro prioridades fundamentales:
El caso de Martín y Sebastián me sirvió para escribir este pequeño blog porque en América Latina tenemos que cuidar que el ecosistema de emprendimiento no se convierta en una economía zombie llena de pequeñas empresas sin capacidad de escalamiento que desgasten los pocos fondos que existen para etapas tempranas, porque como diría el buen Kevin O´Leary “los negocios son una guerra donde debes matar a tu competencia.”
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